Ha pasado más de un mes desde que abrí el blog, y la verdad es que sólo una amigdalitis me ha dado tiempo para continuar. Tendré que planteármelo más seriamente si quiero cumplir mis propias normas. Por eso he escogido una historia que vale la pena para inaugurar, a todos los efectos, las entradas en mi bitácora. Se trata de mi experiencia con Isidre Esteve. Tuve la oportunidad de entrevistarle el pasado 29 de abril en un pabellón de Sant Joan Despí (Barcelona), donde este piloto de raids se prepara para su enésima aventura.
Para los que no sepáis de quién os hablo, os diré, a modo de perfil, que Isidre Esteve es uno de los pilotos de raids más grandes que ha dado el motociclismo español, y que la prueba de ello es que en los últimos años siempre ha estado en la lista de principales candidatos para alzarse con la prueba reina de su disciplina: el Dakar. Sólo la mala suerte le usurpó la gloria en el Lago Rosa. Pero la peor jugarreta que el destino le ha deparado a Esteve no tuvo lugar en su prueba favorita, sino en Almería. Allí, a bordo de su motocicleta de alta competición –y en plena carrera- sufrió un gravísimo accidente que le ha dejado postrado en una silla de ruedas con sólo 35 años. El final para cualquier deportista y casi para cualquier persona, podréis pensar. Sin embargo, Isidre Esteve es la prueba viviente que demuestra que siempre hay un mañana. Y no siempre tiene por qué ser difícil afrontarlo.
Isidre y yo nos encontramos, como os explicaba más arriba, en el pabellón donde realiza su tarea de rehabilitación junto a su compañera, que es fisioterapeuta. En ese centro, además, también realiza otras tareas, como la de ser el director del Circuit de Catalunya de Motocròs, sito en Bellpuig (Lleida). La excusa del encuentro era hablar del libro que acaba de publicar junto al periodista Manuel Franco (AS), La suerte de mi destino, y el propio Isidre se cercioró de ello al poco de encontrarnos: “¿de qué hablaremos?”, me preguntó. Por la cara que hacía tras mi respuesta no parecía especialmente emocionado ante la que podía ser la enésima entrevista de ese tipo. Suerte que le engañé. Claro que debía preguntarle sobre el libro, pero no más de lo necesario. A mi me interesaba más el Isidre Esteve que había descubierto yo leyendo el libro, el que habla de la vida y de la muerte con una sencillez y clarividencia que muchos filósofos querrían para ellos.
Tras la sesión de fotos me llegó mi turno. Uno frente al otro rompí el hielo hablando de su experiencia en el Sant Jordi barcelonés –ya sabéis el fiestón que supone ese día para las editoriales, y más si hablamos de uno de los libros más comprados ese día: el más vendido de no ficción en catalán-. Sólo tardé dos preguntas más en entrar en materia.
Lo que más me sorprendió de la lectura del libro fue descubrir que Isidre Esteve no es un deportista de élite que cumpla con el tópico. Leyéndole, uno se da cuenta de su compromiso con lo que cree justo, y sobre todo uno se empequeñece ante la figura de un hombre que pese al destino, sigue sonriéndole a la vida. “Es mi segunda oportunidad”, asegura. Hablando de cooperación –junto al Dakar, durante los últimos años transcurría una caravana que entregaba ayuda para la gente que habita en la ruta de la carrera- Isidre Esteve me dio la primera lección, al responder a todos aquellos que, ni que sea por una vez, hayamos pensado en lo frívolo que era el despliegue de medios técnicos y humanos que suponía el Dakar en un entorno tan deprimido como el continente africano. “Mucha gente critica el Dakar, diciendo que es una demostración de poder del primer mundo sobre el continente africano... Y a mi me sabe mal, porque esta gente no conoce África. No han estado allí. No han convivido con su gente. Y si han ido lo han hecho en viajes organizados, donde no ven la realidad. Pero justo al lado hay la vida de esta gente. Yo no creo que estos críticos hayan ido allí y hayan preguntado a los africanos qué es lo que les aporta la carrera”. Y más adelante sentencia: “Nadie les dirá que el año que viene el Dakar no vuelve. Gracias a la carrera las puertas de les fronteras están abiertas para llevar material y entregarlo en mano, que es muy importante. Y todo esto no se podrá hacer ahora”.
Sus respuestas me hicieron preguntarle –aconsejado por mi amiga Marian, también periodista- por la relación de la política con el deporte. Esteve lo tiene claro: “El deporte es un escaparate. Teóricamente, el deporte es puro, es compromiso... Palabras muy bonitas. Pero cualquier evento deportivo importante es un escaparate en el que mostrarse al mundo. Lo podemos ver ahora con los Juegos… Este escaparate es el que provocó que la última edición del Dakar no se pudiera celebrar. Cualquier grupo radical, como pasó, aprovecha el Dakar para mostrar que están allí. Todo el mundo utiliza el deporte para mostrarse. Desde los grupos radicales a los políticos... El deporte es un gran medio de comunicación. Y por eso todo el mundo intenta salir en la foto”. Sabias palabras de un deportista que demuestra que su experiencia no sólo se ha forjado encima de la moto.Pero las respuestas de Isidre Esteve que más me llamaron la atención vienen a continuación. Simplemente traduciré lo que me dijo –hablábamos en catalán-.
Para terminar dos respuestas más que también me sorprendieron. La primera sirvió para explicar cómo afronta sus múltiples obligaciones, ahora que ya no es un piloto como lo fue hace sólo unos meses. “No pienso preocuparme por cosas que son superficiales. Si yo estoy involucrado en más coses a parte de les carreras no es un problema. Lo que está claro, sin embargo, es que desde que he tenido el accidente y durante todo lo que me quede de vida haré sólo aquello que me guste y que disfrute”. Toda una declaración de intenciones.
Ante tanta vitalidad y tanto derroche de fuerza, tuve que preguntárselo. Creo que la cuestión dejó a Isidre un tanto descolocado, porque tardó unos segundos en contestar:
Me quedé con la sensación de haber conocido una de aquellas personas únicas, a las que sus colegas veneran no por lo que consiguen o ganan, sino por lo que son. Lo dice un anuncio de relojes, pero en el caso de Isidre es una verdad como un templo. Espero que su anhelado regreso a las pistas de competición sea lo mejor posible, y que en su “segunda oportunidad” el destino sólo le confirme con victorias la gloria deportiva -que ya posee-. Pase lo que pase, estoy seguro que él seguirá viviendo como hasta ahora. Pisando a fondo.
FOTO inicio: Jordi Boleda.
Para los que no sepáis de quién os hablo, os diré, a modo de perfil, que Isidre Esteve es uno de los pilotos de raids más grandes que ha dado el motociclismo español, y que la prueba de ello es que en los últimos años siempre ha estado en la lista de principales candidatos para alzarse con la prueba reina de su disciplina: el Dakar. Sólo la mala suerte le usurpó la gloria en el Lago Rosa. Pero la peor jugarreta que el destino le ha deparado a Esteve no tuvo lugar en su prueba favorita, sino en Almería. Allí, a bordo de su motocicleta de alta competición –y en plena carrera- sufrió un gravísimo accidente que le ha dejado postrado en una silla de ruedas con sólo 35 años. El final para cualquier deportista y casi para cualquier persona, podréis pensar. Sin embargo, Isidre Esteve es la prueba viviente que demuestra que siempre hay un mañana. Y no siempre tiene por qué ser difícil afrontarlo.
Isidre y yo nos encontramos, como os explicaba más arriba, en el pabellón donde realiza su tarea de rehabilitación junto a su compañera, que es fisioterapeuta. En ese centro, además, también realiza otras tareas, como la de ser el director del Circuit de Catalunya de Motocròs, sito en Bellpuig (Lleida). La excusa del encuentro era hablar del libro que acaba de publicar junto al periodista Manuel Franco (AS), La suerte de mi destino, y el propio Isidre se cercioró de ello al poco de encontrarnos: “¿de qué hablaremos?”, me preguntó. Por la cara que hacía tras mi respuesta no parecía especialmente emocionado ante la que podía ser la enésima entrevista de ese tipo. Suerte que le engañé. Claro que debía preguntarle sobre el libro, pero no más de lo necesario. A mi me interesaba más el Isidre Esteve que había descubierto yo leyendo el libro, el que habla de la vida y de la muerte con una sencillez y clarividencia que muchos filósofos querrían para ellos.
Tras la sesión de fotos me llegó mi turno. Uno frente al otro rompí el hielo hablando de su experiencia en el Sant Jordi barcelonés –ya sabéis el fiestón que supone ese día para las editoriales, y más si hablamos de uno de los libros más comprados ese día: el más vendido de no ficción en catalán-. Sólo tardé dos preguntas más en entrar en materia.
Lo que más me sorprendió de la lectura del libro fue descubrir que Isidre Esteve no es un deportista de élite que cumpla con el tópico. Leyéndole, uno se da cuenta de su compromiso con lo que cree justo, y sobre todo uno se empequeñece ante la figura de un hombre que pese al destino, sigue sonriéndole a la vida. “Es mi segunda oportunidad”, asegura. Hablando de cooperación –junto al Dakar, durante los últimos años transcurría una caravana que entregaba ayuda para la gente que habita en la ruta de la carrera- Isidre Esteve me dio la primera lección, al responder a todos aquellos que, ni que sea por una vez, hayamos pensado en lo frívolo que era el despliegue de medios técnicos y humanos que suponía el Dakar en un entorno tan deprimido como el continente africano. “Mucha gente critica el Dakar, diciendo que es una demostración de poder del primer mundo sobre el continente africano... Y a mi me sabe mal, porque esta gente no conoce África. No han estado allí. No han convivido con su gente. Y si han ido lo han hecho en viajes organizados, donde no ven la realidad. Pero justo al lado hay la vida de esta gente. Yo no creo que estos críticos hayan ido allí y hayan preguntado a los africanos qué es lo que les aporta la carrera”. Y más adelante sentencia: “Nadie les dirá que el año que viene el Dakar no vuelve. Gracias a la carrera las puertas de les fronteras están abiertas para llevar material y entregarlo en mano, que es muy importante. Y todo esto no se podrá hacer ahora”.
Sus respuestas me hicieron preguntarle –aconsejado por mi amiga Marian, también periodista- por la relación de la política con el deporte. Esteve lo tiene claro: “El deporte es un escaparate. Teóricamente, el deporte es puro, es compromiso... Palabras muy bonitas. Pero cualquier evento deportivo importante es un escaparate en el que mostrarse al mundo. Lo podemos ver ahora con los Juegos… Este escaparate es el que provocó que la última edición del Dakar no se pudiera celebrar. Cualquier grupo radical, como pasó, aprovecha el Dakar para mostrar que están allí. Todo el mundo utiliza el deporte para mostrarse. Desde los grupos radicales a los políticos... El deporte es un gran medio de comunicación. Y por eso todo el mundo intenta salir en la foto”. Sabias palabras de un deportista que demuestra que su experiencia no sólo se ha forjado encima de la moto.Pero las respuestas de Isidre Esteve que más me llamaron la atención vienen a continuación. Simplemente traduciré lo que me dijo –hablábamos en catalán-.
- En el libro habla también sobre la vida. Dice que a la gente del primer mundo nos falta valentía… ¿Aquí pesa mucho su espíritu aventurero o cree que realmente la gente lo podría tener más fácil para ser feliz?
- Lo primero de todo, creo que viajar abre mucho la mente. Cuando nacemos en un liuar, vivimos allí toda nuestra vida, haciendo siempre lo mismo, trabajo, casa, hipoteca… Parece como si estuviéramos en una habitación donde las paredes se van acercando dejándonos allí encerrados. Cuando viajas y conoces el mundo te das cuenta de la cantidad de cosas que se pueden hacer. Y yo he llegado al punto de plantearme: ¡Qué fácil puede llegar a ser vivir!
- Nos obsesionamos mucho con ciertas cosas…
- La vida te arrastra y muchas veces no puedes salir adelante. O estamos tan encerrados que nos espantamos muy rápido. Y nos preguntamos, ¿qué haré ahora? ¡Y cuando viajas a lugares como África te sorprende que con casi nada también se puede vivir!
- ¿Qué nos pasa entonces?
- Esta corriente que nos arrastra nos hace pensar que sin muchas cosas de las que tenemos no podríamos vivir. Pero lo que no sabemos es que si te lo quitan vivirás igual. Estando en Barcelona, hipotecado, la cuota sube, no te llega con el sueldo, el trabajo no te gusta… ¡Debe llegar el momento que llegas a casa y no puedes dormir! En cambio, si lo dejas y te vas a Teruel, por ejemplo, quizá no trabajarás de periodista, pero tendrás trabajo y podrás pagar la hipoteca…
- Se terminó el problema…
- Lo que pasa es que todo el mundo quiere ser ingeniero. No hay nadie que quiera ser carpintero, paleta o herrero. Y estos son los que se ganan mejor la vida. Quizá no vale la pena obsesionarse en vivir la vida de un ingeniero que vive en Barcelona, que paga el crédito del cotxe y el de la casa, que los fines de semana se va a esquiar… Uno se puede ir a Teruel, ser lampista, no pagar hipoteca y dormir la mar de tranquilo.
- Quizá no todo el mundo debe hacer lo mismo.
- Uno debe hacer lo que crea conveniente. Nos obsesionamos con los problemas cuando nos llegan. Pero uno ha de ser capaz de decir: muy bien, por este camino no voy bien, y encontrar otra dirección. No nos podemos quedar siempre en el mismo sitio si las cosas no van bien. Y si las cosas no se pueden cambiar entonces debemos cambiar nosotros. Hay que arriesgar.
- Ésta es su filosofía a partir de ahora, ¿no?
- Mira, yo estoy bien jodido. Parapléjico, sin cólon, sin bazo. ¡Estoy muy jodido! Pero ¡y qué más da!
- Está vivo.
- El primer día que salí del hospital, en la ronda de Barcelona, vi las palmeras y me quedé sin habla. ¡Qué bonitas! Y claro, mi compañera me miró preguntando “¿Qué dices?”. Luego subimos a Oliana [su pueblo natal]. Estaban de cosecha. ¡Todo parecía inmenso!
- Lo empezó a ver todo de otra manera…
- Te diré una cosa: es fácil volver a caer en la trampa de no valorar las cosas. Cuando te pasa una cosa muy dura, de la que no sabes si podrás salir con vida, es como si te hicieran un reset en el disco duro y piensas: ¡Una Coca-Cola! ¡Unas olivas! Lo encuentras todo genial, pero es fácil volver a estresarse.
Para terminar dos respuestas más que también me sorprendieron. La primera sirvió para explicar cómo afronta sus múltiples obligaciones, ahora que ya no es un piloto como lo fue hace sólo unos meses. “No pienso preocuparme por cosas que son superficiales. Si yo estoy involucrado en más coses a parte de les carreras no es un problema. Lo que está claro, sin embargo, es que desde que he tenido el accidente y durante todo lo que me quede de vida haré sólo aquello que me guste y que disfrute”. Toda una declaración de intenciones.
Ante tanta vitalidad y tanto derroche de fuerza, tuve que preguntárselo. Creo que la cuestión dejó a Isidre un tanto descolocado, porque tardó unos segundos en contestar:
- ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre Isidre Esteve y la gran cantidad de personas con el mismo destino que usted y que no lo ven tan claro?
- No lo sé, porque es complicado saber cuál es el problema de los demás. No lo sé, la verdad. Yo tengo mucha suerte de tener a Lídia [su compañera] a mi lado. Hacemos muchas cosas juntos, y nos apoyamos el uno al otro. No todos los días son buenos. La eterna sonrisa no existe. Pero cuando tengo un mal día ella me ayuda. Y al revés. Creo que el apoyo del entorno es muy importante. Pero la vida de cada uno es complicada.
- Sabe que es un ejemplo…
- No lo prentendo. Ésta es mi historia, simplemente. No pretende ser un ejemplo. En la vida nadie puede dar lecciones a los demás.
Me quedé con la sensación de haber conocido una de aquellas personas únicas, a las que sus colegas veneran no por lo que consiguen o ganan, sino por lo que son. Lo dice un anuncio de relojes, pero en el caso de Isidre es una verdad como un templo. Espero que su anhelado regreso a las pistas de competición sea lo mejor posible, y que en su “segunda oportunidad” el destino sólo le confirme con victorias la gloria deportiva -que ya posee-. Pase lo que pase, estoy seguro que él seguirá viviendo como hasta ahora. Pisando a fondo.
FOTO inicio: Jordi Boleda.